Cómo comprar ropa de segunda mano sin parecer sacado de un mercadillo

Vestir con estilo propio es fácil… si sabes buscar bien. Aquí te cuento cómo.

Comprar ropa de segunda mano tiene mucho encanto, pero también sus trampas. Te enseño a encontrar prendas con clase, evitar errores de novato y salir del Rastro con estilo, no con pinta de haber perdido una apuesta.

Imagen creada por Rastro Ripollet

Hay un arte en comprar ropa de segunda mano. No es llegar, rebuscar y llevarte lo primero que huela a naftalina retro. No. Vestir con ropa usada —y que parezca un acto de elegancia y no de desesperación— tiene más que ver con el ojo que con la suerte. Es la diferencia entre parecer que has salido de una película de Almodóvar… o de una caja de donaciones de pueblo.

Y sí, en Rastro Ripollet sabemos de lo que hablamos.

Imagen creada por Rastro Ripollet

La clave está en saber mirar (y no dejarte llevar por el ansia)

Cuando entras en una tienda de segunda mano, es fácil emocionarse. Todo parece barato, único, con rollo. Pero si compras con prisa, saldrás con una americana tres tallas más grande, un pantalón que se dobla raro y una camisa que, con suerte, servirá para disfrazarte de profesor jubilado en Carnaval.

La ropa usada hay que leerla. No mirar solo etiquetas ni precios. Fíjate en la caída del tejido, en cómo huele (sí, huele, porque el olfato es tu amigo), en si los colores están desgastados o vivos, en si ese vaquero encajará con las zapatillas que ya tienes en casa. No compres lo que impresiona, compra lo que encaja contigo.

No todo lo viejo es vintage

Una gran verdad: no todo lo antiguo tiene valor estético. Que algo sea de los años 90 no lo convierte automáticamente en una joya. Hay ropa vieja que simplemente es ropa vieja.

Lo vintage no es una década. Es una actitud. Es una prenda que fue bien hecha, que sobrevive a los años sin perder el tipo. Es ese abrigo con forro cosido a mano, esa blusa con botones de nácar, ese bolso que ha vivido más vidas que tú y sigue entero. Y ojo, que a veces están escondidos entre trapos que nadie quiere. Hay que tener paciencia… y buen ojo.

Prueba y error (y prueba otra vez)

Uno de los mayores errores al comprar segunda mano es no probarse la ropa. Cada prenda tiene su historia, y eso incluye su talla. Lo que era una 38 en 1982 no es lo mismo que una 38 hoy. En serio.

Además, muchas veces hay prendas que al verlas piensas: ni de coña, pero cuando te las pones… ¡pum! magia. Así que sal de tu zona de confort. Prueba. Experimenta. Tómatelo como un juego. 

Lo que llevas dice mucho… pero lo que eliges dice más

Comprar de segunda mano no es solo una cuestión de ahorro o ecología (que también, y mucha). Es una manera de decir: yo elijo distinto. Es pasar de la dictadura de lo nuevo, lo inmediato, lo uniforme. Es llevar algo que no está en todas las esquinas.

Y eso se nota. Hay personas que entran a nuestra tienda y no buscan marca ni tendencia. Buscan una chaqueta con historia, un jersey que les recuerde a su padre, una falda que no se vea en Zara. Y cuando la encuentran… se iluminan. Porque vestir así no es solo verse bien. Es sentirte tú.

Si vas a lanzarte al mundo de la segunda mano, hazlo con estilo. Pero estilo de verdad, del que no necesita etiquetas ni influencers para validarlo. Ven a Rastro Ripollet, rebusca, tómate tu tiempo y déjate sorprender.
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